domingo, 26 de septiembre de 2010

La mañana de la carrera


Te levantas temprano, siempre, y hayas dormido lo que hayas dormido nunca tienes sueño, no demasiado.
Desayunas o intentas desayunar. Sabes que tienes tiempo suficiente para comer algo y que debes comer algo... pero qué difícil es tragar un poquito, sobre todo en carreras que te importan y en las que tienes el pellizco más profundo. Mientras intentas comer, bromeas y finges que no estás nervioso si estás con algún compi (qué suerte haber estado hoy juntos desde el primer momento, máquina).
Entonces os ponéis en marcha y hacéis todo lo que hay que hacer en el previo a la carrera: recogéis el dorsal, inspeccionáis la salida, os quitáis algo de ropa en el coche (o en el hotel) para calentar, calentáis (siempre menos de lo que debierais), os váis corriendo para el control de salida, buscáis a los conocidos que han venido a veros (si es el caso), charlas y te entretienes mirando al resto de corredores y de pronto, suena el disparo.
A partir de ese segundo comienza lo bueno.
Pero eso lo contaré mañana, voy a dejar que pase esta noche para asimilarlo todo.

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