¿Por dónde empezar? Va a ser mejor si empezamos por el principio, ¿no? Pues eso. Belén (alias “la amparo”) y yo quedamos el mismo día del triatlón para recoger los dorsales en el Hotel Barceló. Entramos, recogimos todos los artilugios (pegatinas, chip, gorro, pulsera, etc.) y echamos un vistazo a los stands de la feria del triatleta. Me compro una cinta para sujetar el dorsal por el módico precio de 10 € y seguidamente pasamos a otro stand donde las vendían a 5 pavos, primer golpe de suerte del día (la amparo, que es muy lista, se la compró aquí). A continuación, nos dirigimos a coger mi bici del coche. La saco y, casi sin darme cuenta, cierro el maletero, que se queda medio pillado y… ¡ohhhhh, las llaves están dentro! Efectivamente, había sacado la bici pero no todo el material que tenía que depositar en el box. Rápidamente nos vamos a un stand en el que se podían poner las bicis a punto y le pedimos a la gente de allí que nos guarden las bicicletas, que hemos tenido un problemilla y tenemos que ir volando (porque el box lo cerraban a las 15.30 h.) a por unas llaves de repuesto del coche. Al final llegamos a tiempo para poner todas las cositas bien puestas en el box (momento en que se me rompe el dorsal) y así perder el menor tiempo posible en la transición. Entre pitos y flautas eran las 4 de la tarde cuando empecé a comer. Breve
siestecita luego y pitando para el CAR, no sin antes ingerir un ibuprofeno para el leve dolor de cabeza (seguro que era por el estrés del jartón de correr que nos habíamos metido por la mañana).
La primera en la frente. Para aparcar tenemos que hacerlo en los aparcamientos que hay cerca del rokódromo del puente del Alamillo, cosa que veo fenomenal si no fuera porque el acceso está en la parte más cercana al roko, lo cual te hace dar una vuelta tremenda para salir del aparcamiento. Pienso: coño, ¿por qué no abren por el otro lado más cercano al CAR? Pues esta caminata tuvo sus consecuencias: una rozadura y una ampolla (las mierd… de chanclas).
La segunda también en la frente. Al llegar a la puerta del CAR me mosquea un poco el hecho de que la gente no esté colocada detrás de las vallas. Evidentemente, es la peña la que tiene la responsabilidad de hacerlo, pero tampoco vi a la organización hacer nada al respecto. Y sí, hubo varios triatletas que al pasar con las bicis soltaron un grito viendo a la gente cruzar sin más. Ya dentro un poco de caos. Veo a un participante discutiendo con una de las voluntarias que le había cerrado la puerta del box en la cara. Tuvo que venir alguien de la organización para explicar por megafonía las normas, cómo se hacían las transiciones, etc.
Y llegó el momento, ¡super sprint al agua! Y allí estábamos la amparo y yo con la risa tonta antes de empezar. La verdad es que esta parte de la prueba no se me hizo tan insufrible como el año anterior, pero la explicación no está en el entrenamiento (hacía justo un año que no nadaba), sino en el relax con el que me lo tomé. Pasaba de ir a full desde el principio. Lo hice a croll, pero las piernas, que es lo que más me suele cansar, las utilicé más bien poco. Subí la rampita corriendo (sin la cara de poema del año pasado, Luis) y me dirigí a mi box. Empecé a notar un mareo curioso, así que me puse la camiseta, las mallas y… tuve que sentarme. Entonces pensé: paso, me da igual perder tiempo en la transición, vaya empanamiento que tengo. Logro colocármelo todo y veo a la amparo que está buscando desesperadamente un broche que se le ha caído de la cinta “sujetadorsal”, claro, lo barato sale caro, jaja. Lo encuentra y salimos pitando. Primera vuelta en bici alrededor del Parque del Alamillo, y cuando llegamos de nuevo a la rotonda del CAR los voluntarios nos indican que continuemos hacia el interior del CAR, yo, en ese momento, pienso que hay que darle una vuelta a la rotonda para subir hacia el puente del Alamillo, pero cuando me doy cuenta, estoy dentro del CAR. Entonces se me ocurre que lo mismo hay que salir por otro lado para subir al puente, pero no, los voluntarios nos indican hacia el box, a lo que nosotros (éramos como diez) les decimos que no habíamos hecho aún los 10 km. En ese momento, dos miembros de la organización, de los que van montados en moto, me dicen de reguleras maneras que estoy obligada a saber el itinerario. La verdad, ni les contesté porque me iba a cabrear más de lo que estaba. Le grité a la amparo: vamos, vamos. Salimos de nuevo del CAR y pasé por encima de una precinto para subir dirección al puente, en fin, ya que nadie de la organización sabía decirnos qué teníamos que hacer, tiré por donde me dio la gana. En la bici fuimos más o menos bien, aunque tenemos la sensación de que adelantamos a menos gente que el año pasado. Bien es verdad que había un vientazo en contra de la leche. Hubo amago de salirse la cadena, aunque me libré. Pero la amparo no se libró de otro pequeño percance, se le cayó el bidón de agua y lo atropelló, jaja. El momento de “pérdida” me había robado concentración e ilusión, pero volví a retomar un poquito de ambas cosas cuando vi a mi hermano en la pasarela de Cartuja corriendo junto a nuestras bicis y dándonos ánimo.
Llegamos al CAR, soltamos las bicis y empezamos a correr. Las sensaciones fueron infinitamente mejor que las del año pasado. Las piernas, aunque un poco raritas, respondían más o menos. Justo al salir del CAR estaba el avituallamiento en el que nos esperaba un pasillo de… ¿unos doce voluntarios? Que conste que suelo agradecer infinitamente a la gente que te anima en este tipo de pruebas y normalmente les aplaudo a la vez que ellos nos aplauden a nosotros, pero la sensación de pasar por un túnel con gente “gritándote” no fue nada agradable. Lo entiendo: jóvenes, voluntarios y con ganas de pasarlo bien, pero agradecería que para próximos años hubiera un poquito de menos efusividad en este aspecto. Esto me mosqueo un poquito más… Continuamos la carrera las dos amparos juntas. El primer km me encontré más o menos bien, pero de momento vino la sensación chunga (aunque adelantamos a varios triatletas), me entró el flato y veía que Belén miraba de reojo para ver dónde iba yo. Me agobié, no me gusta que me esperen y más cuando veo que la otra persona va genial, así que le grite: ¡dale tú, dale tú!! Y ella me gritó: ¡coño, venga ya!! Jaja, vaya gritos que nos metimos, amparo, jajajaja. Habían cambiado el recorrido con respecto al año pasado, pasamos por un trozo con mogollón de piedras, no veía la meta y mi cabeza ya se había ido de parranda. Al final entramos las dos juntas, por mi parte, con más pena que gloria, pero lo terminamos. ¿Tiempo?? Ni idea. La amparo no llevaba crono, a mi se me olvidó poner en marcha el mío, tampoco vimos si había tiempo a la llegada y a día de hoy (lunes), no han salido las clasificaciones, vamos, un desastre.
En definitiva, me ha quedado una sensación rara, no sé si el año que viene me inscribiré, siento que no lo he disfrutado todo lo que debiera, porque cuando la organización no funciona la cabeza tampoco. Aún así, siempre es un gustazo hacer cosas junto a mi amparo.
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