miércoles, 8 de agosto de 2012

Un triatlón en agosto: somos Los Últimos

Por Luisma.

Empiezo por el final: ¡Somos triatletas! Aunque la sección femenina del club, nuestras champions Ana y Belén, ya son veteranas en este duro deporte, de los tios ninguno nos habíamos atrevido todavía con el triatlón. Y ya tocaba. Hace un par de meses nos propusimos estrenarnos y hacerlo a lo grande, en el IX Triatlón de Montaña del Castillo de las Guardas que se celebró el sábado 4 de agosto. Y tras un plan de 60 días, allí estábamos Ricardo y yo, dispuestos a meternos en otro fregao de los que nos gustan a nosotros. 500m de natación, 16 kms de bici de montaña y 4 kms de carrera a pie nos separaban de la gloria (categoría sprint para empezar, el olímpico todavía no, pero no tardaremos mucho...)

Así que el sábado 4 nos plantamos los dos colgaos a orillas del lago de la Reserva del Castillo de las Guardas, un sitio que conozco muuuy bien. Por el camino recogimos a David, un colega del Richar que ha hecho unos cuantos triatlones y nos dio buenos consejos. Un saludo crack. Tanto él como otros conocidos nos decían que lo peor de este triatlón eran los 4 últimos kms a pie, por el pueblo. Pero a nosotros dos, a dos runners como nosotros :) no nos daba ni mijita de miedo la carrera. A mí me temblaban las piernas pensando en las cuestacas del recorrido en bici y el talón de Aquiles de Ricardo, que es un máquina sobre las dos ruedas, era la natación. Pronto comprobaría que 500m no dan para tantos miedos. Yo calenté un poquito en el agua, pero este perro ni se mojó un pie hasta que llegó la hora de salir.

A las 10:30 salieron los federados y tres minutillos después nos pusimos a nadar nosotros. Bueno, bueno, yo sabía que la cosa sería desordenada y no habría mucho lugar para tirar de técnica, pero fue peor todavía. Había que hacer 250m de ida hasta una boya, rodearla y volver por la otra parte de unas corcheras. Pues en la ida calculo que nadaría a crowl menos de 100m. Todo el tiempo rodeados de brazos y piernas que me pateaban la cara y lo que no es la cara. Más de la mitad de la distancia estuve nadando a braza y mirando por la superficie. Un caos. David nos recomendó nadar lejos de la gente, sin acercarnos mucho a la boya para estar más tranquilos, pero qué va, fue escuchar la sirena y meterme en todo el atasco... A la vuelta de la boya la cosa se despejó un poco más y sí que pude nadar más concentrado. Quizás por eso se me hizo más larga esta segunda mitad. Aquí adelanté a unos cuantos incluso, pero con la impresión de haber nadado lentísimo (en el próximo pienso concentrarme más en la natación, porque se puede adelantar a mucha peña que pasa olímpicamente de este segmento. Vimos a uno nadando a espalda con los dos brazos a la vez, en plan balneario, vaya).

Cuando salgo y voy a ponerme las zapatillas pensaba incluso que me encontraría a Ricardo alli, que aunque él tire menos nadando, yo pensé que mi tiempo sería un fracaso. Pero cuando vi el crono me llevé el alegrón, 09:50 ¡mejor que en la piscina! Cuando me estaba poniendo la segunda zapatilla llegó Ricardo, que me dijo que no le esperara y tirara a por la bici (tampoco pensaba esperarte, sabía que me cogerías luego). Avituallamiento de gel, cojo uno y pal bolsillo. Me monto en al bici y aunque en la zona de transición hay movimiento, bicis aparcadas apenas quedarían un 20%. Bueno, lo previsto.


En cuanto comienza el tramo en bici ya vienen las cuestas. Así que decido tomarme el gel sin perder más tiempo, a ver si me va a hacer falta ya. Atravesamos la zona de la Reserva donde viven los emús y las avestruces y salimos del recinto subiendo el cerro de los guanacos (jeje, me conozco de memoria cada bicho del parque). Y en la primera cuestaca importante, intento cambiar plato y piñones, casi a la vez, y zas, se me sale la cadena. En lo peor de la cuesta. Pongo la cadena en cuestión de segundos, pero ahora ¿quién es el guapo que arranca la bici en ese desnivel? No podía, me subía y al estar en plato pequeño me patinaba y echaba el pie a tierra. Y con los rastrales que llevo yo, peor, porque no podía apoyar el pie. En el tercer intento veo que algunos suben la cuesta a pie, pero paso de darme por vencido... Sigo intentándolo. En esas estoy cuando me adelanta Ricardo. Me grita "Luis, mete plato pequeño y a subir" yo le digo que se me ha salido la cadena y él tira para adelante (a él se le saldría dos veces durante el recorrido.) Bufff, estoy to rayao y llevaremos solo dos kms... En un intento más consigo subirme y pedalear un poco, cojo ritmo y venga, ya estoy cuesta arriba. Hice toda esa cuesta con los pies fuera de los rastrales, lentito, pero con Ricardo ahí delante, una buena referencia para mi. Y para la bajada que venia ahora fue una referencia brutal, yo creo que me mato si no es porque seguí todo el tiempo la trazada del Richar. La salida de la Reserva era mediante la "cuesta del cortafuegos", algo que la gente comentaba pero que nosotros desconocíamos, claro. Y tenía sus razones para ser tan conocida... infernal: tierras, piedras sueltas, torrentes secos... en una cuesta de unos 200m con un desnivel que daba miedo, pero miedo de caquita. Si no fuera por el nervio de la competición, esta cuesta yo no la bajo encima de la bici ni loco. Pero en las carreras ya se sabe, se mete uno y que sea lo que Dios quiera. Y no debía de ser mi hora porque no me maté. Ni siquera me caí. Bajé siguiendo la trazada de Ricardo, con los frenos a tope y muy acojonao...

Después de la cuesta ya se metía el recorrido en los carriles por donde discurría casi toda la prueba de ciclismo. Un recorrido precioso, por la sierra, con mucho desnivel y tres subidas importantes. En ningún momento tuve que poner el pie a tierra, algo que hacían muchos trialtletas de esta cola del pelotón. Es más, en las subidas siempre adelantaba a uno o dos. Luego algunos me adelantaban a mi, sobre todo en las bajadas, pero por lo general me comporté bastante bien. Durante todas las subidas recordé un consejo que me dió mi compi de fatigas unos meses atrás "en las subidas lo importante es mantener cadencia de pedaleo" y me sirvió, vaya si me sirvió el consejo, máquina. Sería por el km10 o así, ya el Richar se me había escapado hacía tiempo, cuando empecé a disfrutar de verdad del recorrido. Había subido casi todas las cuestas gordas tirando de plato pequeño y bastante lentito, la verdad, pero con buena cadencia y sin demasiados problemas, así que me relajé y empecé a disfrutar del recorrido. Seguía adelantando a gente y de vez en cuando alguno llegaba a mi altura. Cuando llegué a la última cuesta, de unos 2,5kms, en mi cabeza ya no estaba el fantasma de subir andando, así que tiré de plato, de riñones y me puse arriba antes de lo que pensaba. Adelanté a un tipo que iba super atrancado, de esos grandes, maquinones, que llevan el apellido impreso en el mono... Era la viva imagen de la pájara, porque en condiciones normales yo no adelanto a este berraco ni de coña. Le di unas palabras de ánimo y tiré hacia la última cima del recorrido. (Me quedé pensando que no todo es la preparación con la que uno llega a la competición, que también afecta y mucho el cómo esté el cuerpo ese día, el calor, no haber desayunado o dormido bien... hay un montón de factores que pueden joderte la carrera y muchas veces no los tenemos en cuenta.)

Los últimos 3 kms eran todos de bajada y por asfalto. La bici volaba, desde luego, pero yo bajé con cuidadito, en este momento no iba a arriesgar ni un pelo, porque podía acabar uno muy chungo al final del barranco. Aún así adelante a una triatleta, que iba más acojonada que yo, imagino. En la entrada en el Castillo te cruzabas con los primeros y los últimos metros de la carrera a pie (sí, la calzada estaba dividida en 3 partes) y te dabas cuenta que los que decían que la carrera a pie era lo más duro no iban muy desencaminados, porque vaya cuestaca nada más empezar.

Transición rápida, aunque David me aconsejó un orden de desvestir/vestir, yo dejé la bici, me quité el casco y me puse el dorsal y la gorra liándome un poco, di un par de buchitos al agua (caliente)  y a correr. La verdad es que
las piernas mucho peores, después de casi una hora subiendo y bajando montes con la bici. Por la adrenalina salí a correr por debajo de 04:40, pero esa primera cuesta del recorrido me bajó los humos rapidito. Las calles del Castillo de las Guardas están llenas de cuestas, pero es que en esta carrerita, para darle más tema, el recorrido iba por una carretera que salía del pueblo que tenía más desniveles aún. Y ni una sombra, claro. Y era 4 de agosto, sería cerca de mediodía, corríamos por asfalto... imaginaos. En el km1 aproximadamente me crucé con Ricardo y nos chocamos las manos. ¡Vamos máquina! La verdad es que veía a la gente mucho peor que yo. Adelanté a unos 8-10 triatletas sin incrementar ni un segundo el ritmo (hacerlo hubiera sido un suicidio).  Se sudaba de lo lindo y tras una cuesta, siempre venía una bajada y luego otra subida. Siempre por asfalto. Y no podías bajarte la cremallera del mono porque los jueces daban avisos y tarjetas amarillas por ese tema tan absurdo (!) (a Ricardo le dieron un aviso). Al menos en los dos avituallamientos el agua estaba muy fría, se agradecía.

Por fin retomé la carretera de salida del pueblo en dirección contraria. 500 últimos metros de subida para terminar con este infierno. Un poco de agua, cuestaca abajo, la meta ahí delante... Por fin! Soy triatleta. Era duro, mucho la verdad, pero para ser totalmente sincero en ningún momento sufrí hasta acercarme al límite, como me ha pasado en muchas carreras y en todos los maratones. Sudé hasta por las pestañas, las piernas dolían en la bici, la carrera a pié era un infierno en sí misma... pero en ningún momento tuve ese sentimiento de "que se termine esto o me muero" que he sentido muchas veces. Por eso estoy contento. Porque una vez más nos preparamos correctamente y nos estrenamos de una forma más que digna en este deporte. Y estreno significa que aquí hemos abierto una puerta que estoy seguro que cruzaremos otras veces. Al menos el maquinita de Ricardo y yo. Porque, creo que puedo hablar por los dos, nos lo pasamos muuuy bien en El Castillo. (Por cierto Máquina, otra vez estrenamos juntos una distancia, una disciplina, un nuevo reto).

El tiempo es lo de menos, 1h34 y pico, no se puede comparar con nada porque el perfil de montaña lo hace diferente a cualquier otro.  Bueno sí, lo compararemos con el del año que viene. Porque aunque falte mucho tiempo, el X Triatlón del Castillo ya está ahí, en el punto de mira.