Hoy ha sido el final (feliz) de un sueño que empezó hace algo así como un año, cuando uno de nostros (Ricardo, siempre es él el primero en proponer) dijo que este año corríamos la Maratón de Sevilla. Un sueño que empezó a materializarse con un plan que comenzamos allá por octubre, cuatro meses de duros entrenamientos, tiradas largas, cortas, suaves, series y ritmos infernales, días de lluvia, de frío, mucho frío, enfermedades de todo tipo, lesiones... 1069 kms (que no hemos hecho del todo, ni de coña) para llegar en perfecto estado a este 13 de febrero y correr, de golpe, los famosos 42,195 kms que nos hemos comido hoy. Y oye, el plan nos los hemos tuneado y nos hemos tangado todo lo que hemos querido, pero realmente hemos hecho los deberes y el resultado lo hemos tenido en la carrera de hoy. Una de las más bonitas de nuestras vidas y sin duda la que mejor hemos corrido, con más cabeza.

Vamos al lío: Llegar al Estadio Olímpico y flipar ha sido todo uno. Hemos entrado por ese túnel sur que nos esperaría varias horas más tarde y nos hemos metido en una atmósfera difícil de describir con palabras pero absolutamente vibrante: la atmósfera que solo es posible cuando se unen 5000 personas para correr una maratón.
Una lesión nos ha privado de la presencia de nuestro querido coriano, Fran, así que solo hemos corrido Ricardo y yo. Como el maquinita es bastante pingu (friolero) hemos salido al tartán apenas 5 minutos antes del pistoletazo. Antes de eso Ricardo y yo volvimos a pactar, por enésima vez, el ritmo y la estrategia que íbamos a llevar: 05:25-05:30 hasta el final, con la posibilidad, yo sabía que imposible, de apretar en los últimos 5-7kms.
El sonido del disparo de salida fue solo un leve eco comparado con los 5000 corazones que se pusieron a latir a la vez en ese momento. La gente se puso a rugir para echar fuera esos nervios del arranque y allí que nos metimos los Últimos, en la vorágine maratoniana... ahora sí, estábamos saliendo del Olímpico y estábamos corriendo la maratón. No sabíamos cómo iba a acabar esa aventura, pero ahí estaba. El sueño empezaba a materializarse.
En los primeros KMS, del 0 al 2, apenas se podía poner el ritmo acordado. Mucha aglomeración y mucha paciencia por parte de todos, faltaba toda una vida y no era momento de adelantar. Nada más salir del estadio hubo una estampida de meones, motivado más por los nervios que por las reales ganas de evacuar (flipamos cuando vimos, por primera vez, a una mujer haciendo lo propio en medio de la multitud). Ritmos de 06:30! y 05:32.
KMS 2-6 ida y vuelta en la av. Carlos III. La Isla de La Cartuja, además de nuestra principal zona de entrenamientos, es muy protagonista en el atletismo sevillano. Pero a nosotros se nos hizo algo pesado el recorrido por aquí. Yo no terminaba de entrar en carrera, estaba frío y la cabeza era aún un mar de dudas, nada me decía aún que fuera a completar el sueño. En el primer avituallamiento ya se notaba el nivel de la organización: esto es la Maratón de Sevilla (avituallamientos que nos espraban cada 2,5km!!!). Ya pusimos nuestro ritmo a tono entre 05:14 y 05:24.
En el KM7 volvíamos a pasar junto al estadio y entrábamos en nuestro querido Parque del Alamillo. Al pasar por el KM8 se veía a la izquierda, si mirabas atrás, el cartel del 40... bufff... queremos entrar en las calles de Sevilla ya. Ritmo controlado 05:21 y 05:30.
El puente de la Barqueta nos traía de regalo el KM10. Avituallamiento completísimo, cogemos isotónica por primera vez. Y ya, a rodar por la orilla izquierda. Bien. Ritmo de 05:24.
KMS 11 al 14 Torneo, SE-30 y Alcalde Manuel del Valle. Ahí decidimos comernos nuestro primer gel, que entra poquito a poco ayudado por el agua que cogemos en el km12,5. Salir de La Cartuja, que mira que le tenemos cariño, nos ha venido bien. No tiene la culpa la isla, la tienen los primeros 10kms de nervios. Ya no se me va el ritmo de pronto, con la correspondiente bronca del Richar, ahora estamos metidos, buscando ya formar un grupeto... vamos de arte, que coño. Nuestro ritmo así lo avala: entre 05:20 y 05:25.
Tras el avituallamiento del KM15 en Carretera Carmona, nos metemos en la Ronda. Éste es mi momento cumbre. Al pasar por la Puerta Osario, Florida y Luis Montoto noto lo bien que me lo estoy pasando, disfruto de cada ánimo de la gente (que se toma mucho más en serio el papel de animador que en ninguna otra carrera), sientiendo las piernas ligeras, mirándolo todo... Disfrutando, con mayúsculas. Nuestro ritmo parece tallado en piedra: 05:20-05:23.
Del KM18 al 20 subimos Kansas City y subimos porque pica, muy poquito, pero pica hacia arriba. Y aunque el desnivel sea poco, nuestras piernas llevan ya casi una media maratón encima... y empezamos a notarlo. Vamos perfectos, de lujo, el cuerpo responde... pero la fiesta se ha terminado ya. Los síntomas de que un infierno futuro nos espera ya están asomando. Pactamos relajar el ritmo y así lo hacemos: 05:28 y 05:39. Éstos datos no son ni un milímetro negativos, ni tampoco señal de que vayamos mal, al revés, son señal de la inteligencia con la que hemos corrido hoy. Para mí, son un orgullo.
En el KM20 nos encontramos con mis padres, que nos dan isotónica y una barrita. Yo me como la barrita, como me recomendó un amigo del colegio que me encontré en la feria del corredor el viernes (si algún día lees ésto, siento que no hayas terminado, Basilio). La barrita entra bien. En la barriga se une al gel, los varios vasos de isotónica, la botella que me acaban de dar y que nos darán muchas veces más... y noto que hace su efecto. Es una muestra más de la cabeza que le hemos echado a la carrera. Beber siempre que hemos podido, alimentarnos, recuperarnos... Hemos tratado a la carrera con el respeto que se merecía y ella nos ha recompensado.
La Media Maratón está en la Carretera Amarilla. Llamadnos arrogantes, pero hemos hecho la Media con una facilidad insultante. Claro, llegamos a las metas de las medias con la lengua fuera a otros ritmos, por debajo de 05:00, pero ahora hemos marcado una media de 05:29 desde la salida. Y eso, arrogancia aparte, es comodísimo para nosotros.
KMS 22 y algo del 23 en la Ronda del Tamarguillo. Saludamos a los padre del Richar y tras eso, la anécdota de la carrera: a nuestra derecha suena una respiración desbocada, exagerada y un sonido extrañísimo.
Es un pony desbocado, que se había escapado y debería estar flipando al ver tanta gente corriendo. Lo alucinante era ver al pony, ahí, en paralelo a nosotros por la vía de servicio. Lo malo es que al llegar a la curva con Carlos V el animal siguió recto y casi arrolla a varios corredores. Al final no pasó nada, cosas del Cerro del Águila. Ritmos en su sitio: 05:26 y 05:28.
Carlos V y avenida Ciudad Jardín, eso son los KMS23 y 24. Ciudad Jardín pica un poquito hacia arriba y por primera vez siento sobrecarga en mis piernas. Algo dentro de lo previsto. Ritmo clavado, 05:28 y 05:30.
En los KMS del 25 al 29 seguimos cumpliendo con lo previsto, pero yo noto mi primera bajona seria. Sé que en el estadio del Betis nos esperan las chicas, el pequeño Ricardo y también estaban mi hermano y el Enano... eso me animará, seguro, esto es un bajón sin importancia. Ricardo va bien, hablamos ya de sobrecarga, lógica, pero bien. El ritmo se acerca ya más a 05:30, pero nunca lo rebasamos demasiado.

En el KM30 el ritmo, afectado por los besos y los saludos a la familia, sí que sube a 05:35. Perfecto, no pasa nada. Cuando estábamos en medio de la pelea con la recta eterna de la Av. de la Palmera se une a nuestra odisea Tate, un corredor del
Club Cazabaches de Salamanca que, posiblemente, cambió el resultado de nuestra carrera. Ahora empezaba lo malo (o lo bueno, como queráis), ahora empezaba el dolor, el calor, el ardor de pies, to lo gordo vaya... y en todo momento, metro a metro, ahí ha estado este pedazo de crack animándonos y subiéndonos la moral. Un descubrimiento. Desde aquí nuestro cariño y agradecimiento, Tate.
Con Tate y cada uno de nosotros animándonos todo el rato, volvemos a cruzar el río, dirección Los Remedios y Triana, KMS 31-33. El cuerpo pide parar. La cabeza quiere fiesta. De nuevo nos encontramos a mis padres y nos dan otra (otra más) botella de isotónica. La compartimos con Tate y todo el que tenemos alrededor. Ahora la carrera se ha convertido en una especie de comunión colectiva. Ritmo en forma: 05:30.
KMS 34 y 35!!!! Estamos llegando!!! Y lo que es más flipante, nuestro ritmo da señales de recuperación: 05:27. Empezamos a convencernos de que venceremos, pero aún no nos podemos creer que podamos mantener esta marchita tan alegre. Tate tiene buena culpa. Pasando el 35 nos encontramos con mi cuñado y socio del club, José Antonio y casi toda mi familia política. José está ilusionado, se vuelca. Sus ánimos son para nosotros aire fresco pa los pulmones y gasolina de la cara, la de 98, pa nuestras piernas. Ni tú mismo, Jose, ni nadie, sois realmente conscientes de lo importante que es vuestro apoyo. Nos hacéis unos cuantos metros con vuestros gritos. Gracias a todos vosotros, familia y a todos los anónimos por vuestros ánimos, porque son el alimento del maratoniano.
Enfilamos el puente del Cachorro guiados con maestría por el veterano Tate. Subimos la cuesta reservando, con cabeza, como en toda la carrera y cuando bajamos y giramos en Plaza de Armas nos enfrentamos a la última recta gorda, calle Torneo.
KMS 36-38 en Torneo. Al principio de la calle, a la altura de la gasolinera, me duele de pronto el lateral de la rodilla izquierda. No me gusta nada ese dolor repentino, pero me lo callo, no quiero ni nombrarlo. Tate sigue hablando y Ricardo también da muestras de ir al límite. ¡Ya está hecho! grita todo el mundo... pero el cuerpo ya no está para flores.... vamos machacados. Sin embargo este relato de sufrimiento no se corresponde con el ritmazo que estamos lllevando (manteniendo) y que lejos de decaer, se está alegrando otra vez: 05:23, 05:23 y 05:27. Yo lo flipaba entonces igual que lo flipo ahora al recordarlo. La carrera era un reguero de corredores caminando, parados o a ritmo bajísimo... esto quiere decir que adelantábamos a todo quisqui. A esas alturas ni te alegras ni te dan subidón los adelantamientos, pero la verdad es que los tres éramos cómo el AVE circulando en una vía paralela a un ejército de locomotoras de vapor.
Con el km38 hemos vuelto a la Isla de la Cartuja, a nuestra casa y tras el 39 volvemos a entrar en el Parque del Alamillo, nuestro parque. Tate sigue animando, nosotros nos animamos también pero las piernas, ya sí que sí, corren solas, duelen solas, queman solas... lo hacen todo por ellas mismas. Flipen ustedes: 05:21 en el KM39.
Ahí, en mitad del parque, junto al cortijo, hay un cartel con una cifra preciosa: KM40. Tras sobrepasarlo Ricardo pronuncia una de las frases de la maratón "me entran ganas de llorar de lo mal que voy". Todos íbamos igual. Pero yo estaba notando ya los efectos del subidón por terminar y reconozco que el cuerpo iba a más. Roto, pero de subidón. Nuestro ritmo siguie siendo un milagro: 05:29
Seguimos avanzando a duras penas. El 80% del cuerpo duele, sobre todo de cintura para abajo. Y seguimos adelantando y adelantando a corredores que caminan y a corredores que siguen corriendo a duras penas. Alguno incluso se sorprende y exclama alguna cosa al ser adelantado por nosotros con tanta facilidad a estas alturas de carrera. Parece que nos hemos estado reservando y ahora queremos ir dando hachazos sin piedad, pero no, ¡llevamos el mismo ritmo que en el km5! En éstas estábamos cuando, ahí mismo, junto al estadio, sobrepasamos el cartel del KM41. Maravilloso... Y mejor el ritmo: 05:25
Dos curvas y estamos en el olimpo, o sea, en el Olímpico. Tate nos dice que solo son dos curvas y entramos y nos dice, el pedazo de crack, que va a adelantarse un poco para entrar con su sobrinillo que lo espera en boca de túnel. ¡Qué tio! Todavía tiene un gramo de fuerza para dejarnos unos metros atrás. Me despido de él y veo que Ricardo no puede ni articular palabra. Su cara es un poema, corre totalmente por inercia y creo que está sufriendo más que yo. Me pongo a animarlo sin descanso, ¡ya estamos aquí, máquina! ¡Ahora sí! Yo estoy como él o peor, pero ya digo que la euforia de terminar me ha llegado antes. Al tomar el túnel vemos por última vez a mi hermano y al Enano. Sus gritos ya me dibujan una sonrisa casi histérica que no dejaré hasta un buen rato después de cruzar la meta.
Bajamos el Túnel Sur, otros corredores gritan, yo solo puedo echarme las manos a la cabeza y repetir la palabra "increíble" varias veces. Yo ya no veo el cartel del KM42, debe estar dentro del estadio. Ese último km marcamos un ritmo de 05:21... !!! (si me lo dicen antes de empezar no me lo creo).

La bajada de túnel a toda hostia (a menos de 03:30) y los 300m de tartán los hacemos volando. Tengo que gritar al máquina para que no se me vaya... Ahora sí que su cuerpo se ha salido de sí mismo y ya no le duele nada. A él le acaba de entrar ahora la morfina de los últimos metros y está que se sale. Noto que tiene la cara desencajada, está emocionado. Al fondo veo a nuestras mujeres, a su hijo y a Vane. Gritan, saltan y nos hacen fotos. En nuestro pecho no nos cabe el corazón, que late hasta en la punta de los dedos del pie. En recta de meta, no sé cómo, pero agarro de un brazo a mi colega Ricardo y le cojo de una mano. Él me coge el brazo entero y entramos abrazados en la línea de meta. El lugar, no donde acaba nuestro sufrimiento, eso ya está olvidado, sino donde se hace realidad nuestro sueño. El sueño de estrenarnos en esta distancia mágica en nuestra ciudad, en la Maratón de Sevilla, la mejor maratón de España. Dios, que nos nos despertemos nunca... quiero quedarme en este momento, por lo menos, un mes...
Como somos unos petardos, nos habíamos marcado el objetivo de bajar de 4 horas. Cuatro horas y quince minutos hubiera sido un triunfo igual, sin nada que objetar, sin embargo hacemos un tiempo (real) de 3h:52:23. Una verdera locura para nosotros. Una muestra más de que estamos en un puto sueño, que esto no es la vida real... Pero lo es.
Claro que lo es. Ésto es la vida real amigos, hemos completado nuestra primera maratón con una facilidad y una clase que no me avergüenza en absoluto reconocer. Y hemos sido capaces no porque seamos unos crares de las montañas, ni porque estemos hecho de otra pasta, ni cosas de esas. Hemos sido capaces porque nos lo propusimos, nos buscamos un buen plan de entrenamiento, lo cumplimos con obediencia (en un 80%) y porque corrimos con una inteligencia que nunca antes habíamos demostrado. Con esto quiero decir, y así quiero terminar, que si nosotros hemos podido, TÚ, socio o no socio de nuestro club, puedes hacerlo también. Por eso quiero dedicar este (largo) relato a tí, lector. Porque pienso que si tienes la suerte de haber vivido un sueño maravilloso, y yo he tenido esa suerte, creo que tengo el deber de difundir que TÚ TAMBIÉN PUEDES SOÑAR. Porque, a veces, los sueños se hacen realidad. Te lo digo desde el corazón, no hay nada más sincero que esto que te digo: puedes terminar una maratón. Puedes convertirte en parte de ese 0,1% de la población mundial que se hace llamar maratoniano.
Si te lo propones, puedes cumplir tu sueño.
Nosotros lo hemos hecho. Y estoy seguro de que lo repetiremos.
Clasificación General XXVII Maratón Ciudad de Sevilla